sábado, 24 de enero de 2009

LOS JÍBAROS DEL ECUADOR

Los jíbaros se cuentan entre las tribus más conocidas, y al mismo tiempo entre las más incomprendidas.
Se han dado a conocer por su costumbre de reducir la cabeza de los enemigos apresados en batalla.
En la actualidad existen aproximadamente unos cuatro mil jíbaros, que viven en un terreno cubierto por una espesa selva tropical, situada entre las suaves laderas del lado Este de los Andes.
Viven de la caza, la pesca y recogen productos de la selva.
En la sociedad de los jíbaros no existe una organización política formal ya que en las épocas de hostilidades puede surgir un jefe que comande a un determinado grupo de familias en la lucha.
Los jíbaros no viven en paz, su sociedad sufre un conflicto endémico que va desde combates sangrientos entre los grupos locales, hasta autenticas batallas de exterminación con tribus más distantes y precisamente las cabezas de éstas victimas es la que los jíbaros utilizan para reducirlas.
La reducción de cabeza les lleva más o menos unas veinte horas.
Se realiza apenas se encuentre alejado de los enemigos.
Hacen un corte vertical en la parte posterior del cuello y retiran toda la piel del cráneo.
Eliminan los restos de carne adherida a la piel, cosen los parpados, sujetan la boca con tres astillas de madera que se mantienen en posición deseada mediante una cuerda.
Introducen la cabeza durante dos horas en una cocción de hierbas para reducirla en una tercera parte de su tamaño normal y para detener la caída del cabello, cosen el corte efectuado en la parte posterior del cuello y después de haber rellenado la cabeza con un serie de piedras y arena caliente, que ayuda a que se seque y se reduzca, el indio moldea y da brillo a la superficie.
Cuando la cabeza está totalmente reducida el Jíbaro la cuelga sobre el humo de una fogata y la deja toda la noche.
Por la mañana le dará el lustre final, la decorará de forma que la tsantsa esté totalmente acabada, tras todas estas operaciones el grupo de agresores emprenden el camino de regreso.
Para entender su actitud tenemos que explicar lo siguiente:
Lo que nosotros llamamos “alma” ellos la denominan wakani.
Para los Jíbaros existen tres tipos de wakani.
Un alma adquirida (Arutam wakani), una alma vengadora (muisak wakani), y el alma verdadera (nekas wakani).
De éstas tres almas, el alma verdadera es la que menos se ocupan los Jíbaros porque a pesar que todos la tenemos se va con la muerte, y tras numerosas existencias se acaba convirtiendo en niebla.
El alma adquirida no desaparece nunca una vez que ha comenzado a existir y tras la muerte vive, y son como fantasma de los antepasados.
Un indio no nace con un alma arutam sino que la adquiere antes de llegar a la pubertad, la adquisición de un alma arutam es una prueba muy penosa para quien intenta poseerla, a muy temprana edad el solicitante va hasta la selva hasta la cascada sagrada y es donde ellos creen que se dan cita las almas.
Las almas vagan como la brisa acariciando el agua vaporosa, el solicitante de día se baña y de noche duerme sobre una manta, ayuna y bebe agua de tabaco mientras espera al arutam, finalmente esta aparece más o menos a los cinco días de espera después de haber bebido el solicitante el jugo alucinógeno de la maikua, tiene que tener la valentía de tocar a un espíritu con su mano y éste desaparece, éste encuentro da al solicitante el derecho de adquirir un alma arutam.
El hombre que consigue un alma arutam se ve envuelto en un incontrolable deseo de matar lo que les obliga a unirse a los grupos de guerreros.
El jíbaro que más hombre mata es más poderoso y según su creencia no morirá de ninguna manera pues vivirá en otras vidas.
En el momento en que el alma arutam comienza a existir se origina la tercera alma, la vengadora (muisak wakani). La misión del muisak es vengar las muertes, esta creencia jíbara es la que les lleva a la práctica de reducir cabezas de sus victimas de modo que en ellas pueda encerrarse el alma vengadora. Para lograrlo deben reducir las cabezas lo antes posible después del ataque.
Cuando el grupo regresa a casa se organizan una serie de rituales y cánticos en los que las cabezas reducidas ocupan el centro de todas las miradas y el alma vengadora encerrada en las cabezas es expulsada y enviada a remotas regiones.
Las cabezas reducidas servían para adornar la entrada a sus viviendas, pero con el paso del tiempo se han dado cuenta del negocio que supone la venta de sus tsantsa a los intermediarios, los cuales a su vez la exportan a las ciudades donde se paga por ellas un alto precio.

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